Desapasionamiento por el periodismo
Siempre me llamó la atención el mundo del periodismo. Me lo imaginaba una profesión fascinante en la que los periodistas seguían la pista de noticias confidenciales, destapaban los asuntos turbios de quienes estaban en el poder, ya fuesen estos políticos, altos funcionarios o gerentes de grandes empresas, y en pocas palabras, eran héroes que luchaban con sus libretas, grabadoras, cámaras de fotos y máquinas de escribir, por la justicia y la libertad.
El tiempo y la experiencia me han demostrado que eso casi nunca es así. Es posible que existan algunos periodistas que aporten el mayor rigor posible a una crónica de análisis político, que se esmeren en dar lo mejor de ellos en la actualidad sobre tramas, sin dejarse llevar por los titulares fáciles y la carnaza. Incluso algunos harán un muy digno trabajo en las secciones de información sobre sociedad. Pero no nos engañemos, la mayoría de los que logren trabajar como periodistas, que no serán por desgracia, todos los que salgan con ese título de las facultades, deberán conformarse con reescribir noticias de actualidad llegadas de las agencias, y cribar notas de prensa de las miles que llegan cada día a las redacciones.
Con suerte algunos podrán cubrir noticias de ámbito local o regional. Asistiran a los plenos de los parlamentos autonómicos y aportarán su granito de arena a la actualidad de las comunidades autónomas de España. Pero no habrá aventura, ni investigación, y el mejor momento de la semana vendrá de alguna pequeña salida de tono de algún diputado o diputada durante el pleno, alguna ausencia o alguna irrupción de un ciudadano enfadado. Poco más. Para este viaje no hacían falta tantas alforjas, pero es que tampoco se lo van a pedir, de hecho, posiblemente desde sus respectivos medios estos periodistas ya tengan tan marcada su línea editorial que no sea necesario hacer más que estirar la noticia hacia allí, y punto.
De este modo, ese cuarto poder, encargado de vigilar y fiscalizar a los otros, se diluye y doméstica, perdiendo la esencia y su razón de ser. Las líneas editoriales acaban pesando más que el intento de plasmación de la realidad de forma objetiva, o como mínimo, presentando varias perspectivas, y lo que es peor, la necesidad de los periodistas de tener un sueldo que llevar a casa obliga a muchos a aceptar estas condiciones.
Después tenemos a los otros. Por una parte a aquellos a los que su espíritu rebelde y profesional les lleva a enfrentarse a todo y a todos, y además triunfan (son los menos), y a los que de un modo u otro, saben que el único medio de conseguir ganar dinero con esta profesión es no siendo un mediocre, y ellos lo son, o ampararse bajo las alas de algún poder político, lo que los convierte en todo lo contrario de lo que un periodista debería ser. Estos, en las novedades de instituciones, dejan muy clara su postura defendiendo o atacando, dependiendo de quienes se encuentren en el poder, a sabiendas de lo jugosa que puede ser la recompensa.
El mundo del periodismo no es inmune a los vicios existentes en cualquier otro ámbito, ya que quienes ejercen la profesión son humanos. Sin embargo, aún existe esa minoría capaz de ofrecer reportajes de actualidad política de gran calidad que hacen pensar en que es necesario replantearse la fórmula para el acceso a las noticias, ahora que parece que todo es gratis. Los profesionales que demuestran su buen hacer merecen verse recompensados por ello.
Si tenemos en cuenta las últimas novedades en tecnología, hoy en día un sólo periodista hace el trabajo que anteriormente hacía todo un equipo, y sin embargo, cobra menos de lo que cobraba antes un redactor. En esas circunstancias no es de extrañar que aparezcan algunas tentaciones o que sólo los más aventureros quieran emular a Bernstein y Woodward. Lo normal es que prefieran quedarse cómodamente en las redacciones reescribiendo notas de prensa de noticias de defensa o escribiendo un artículo de actualidad sobre redes sociales ¿Quién podría culparlos? Si como sociedad no comenzamos a dar el valor necesario a la información de calidad, estaremos condenados a la desinformación, y eso nos aleja cada vez más de la democracia real.